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Nada sucede dos veces: hay momentos para boxear y otros para escribir crónicas

Nada sucede dos veces: hay momentos para boxear y otros para escribir crónicas

Por Daniel Mecca (@danielmecca)

Hay momentos para escribir poesía, otros para boxear y otros momentos para hacer entrevistas, podríamos decir con el chileno Roberto Bolaño. Porque la entrevista, por qué no, tiene ese pulso que hallamos en su novela Detectives Salvajes: la persecución de una respuesta, el oficio del tanteo, el pulso por captar, como un algoritmo, ese no sé qué del otro. Pero ojo, las entrevistas nada tienen que ver con esto de la Inteligencia Artificial: ninguna AI hubiera escrito unas oraciones así: “Symns se da cuenta de que algo anda mal. Estaba lleno de sangre: se le había roto la pija”.

Hablamos del libro Nada sucede dos veces, de Pablo Perantuono (La Crujía, 2023) y, por caso, de la entrevista-crónica que el periodista le hizo en 2006 a Enrique Syms, el señor de los venenos, leyenda trash de la cultura under, satelitalizado por la primera época de los Redondos y maestro jedi del submundo (Un Obi-Wan Kenobi roto). La crónica retrata ese afiebrado monólogo que es Symns, y que empieza así: “Enrique Symns -argentino, periodista, escritor, performer- es una fantasma que deambula por el fondo de la noche en busca de alguna razón para vivir, sea una navaja afilada o la húmeda boca de una mujer”.

En efecto, tal como leemos en la contratapa, este libro reúne las principales piezas del trabajo periodístico de Perantuono durante más de una década de oficio, de 2006 a 2022. Y es por eso que, entre la prosa melodiosa -el uso de la palabra, diría el poeta Mario Trejo-, se desliza el dato duro. Y siempre la pregunta. Y siempre la repregunta. Y siempre la atmósfera. Así, leemos en la entrevista el Indio Solari: “¿Cómo entrevistar al músico más misterioso, atractivo y popular de la Argentina? ¿Cómo llegar a esta suerte de Salinger del rock?”. Lo que saldrá es una crónica kafkiana que empieza con un mail el 26 de septiembre de 2011 y termina en una habitación de Nueva York el 9 de mayo de 2012. 

Por las páginas, así, pasarán otros rockeros como Calamaro, que le dirá a Perantuono en 2009: “Un hombre debería ser juzgado por el contenido de su iPod”. Y también: “Somos feos pero tenemos nuestras canciones”; o Jorge Asís, que le recordará una frase que le dijo Alejandro Horowicz cuando leyó el borrador de Diario de la Argentina: “Turco, acabás de cagar en el piano blanco, arriba del escenario  y con el teatro lleno”; o Marcos Cytrynblum, mito del diario Clarín, cuya escena arranca con él, “el ruso”, con su 1,88 metros, en el medio del Palacio real de Bucarest, Rumania, un 19 de octubre de 1978, por entrevistar a Nicolae Ceaușescu, amo y señor de los cárpatos. Y así.

Conversando una vez con otra leyenda de Clarín pero del ajedrez, el Luis “El Pulpo” Scalise, me decía que el ajedrez se parecía mucho al boxeo por la tensión de horas que puede haber entre jugadores, el cuerpo, la violencia de aire, la intelectualidad. La entrevista también tiene eso del ajedrez: medir al otro, estar atento a sus movimientos, preparar las jugadas -prepararse para el reportaje-, ver esos rayos de luz que pudieran entrar aún en los momentos más irreparables. La entrevista es el rayo que no cesa. 

El resto es literatura. O, mejor dicho, el resto es periodismo.

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