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Reseña de la segunda temporada de “Porno y Helado”: elogio de los gags dementes

Reseña de la segunda temporada de “Porno y Helado”: elogio de los gags dementes

Por Daniel Mecca (@danielmecca)

La segunda temporada de Porno y Helado interroga (faaa, interroga, qué verbo pretencioso), decíamos, interroga con más fuerza el humor absurdo que en la primera temporada. Esto es: la utilización de diferentes materiales inconexos para hacerlos conexos en situaciones disparatadas.

Así, Porno y helado, desubicada por naturaleza, trabaja con todos los materiales posibles: desde guiños a Nueve Reinas y Volver al Futuro a la cultura rolinga, el adornito de Mar del Plata, la grieta política, la serie Dark y Juego de Gemelas. Eso que se llama académicamente intertextualidad, pero que acá lo llamamos, también académicamente, “porque se les cantó la reverenda gana y quedó genial”. Un Family Guy vibes en forma permanente.

Sí, claro, la temporada 2 tiene un arco narrativo y hay una continuidad respecto a la primera temporada respecto al leitmotiv de la canción Porno y Helado y el triángulo surrealista de amigos, pero son los intempestivos gags los que le dan sentido a esa narración, unos gags que en muchos casos se burlan de la corrección política de esta época y en otros se mueven en ese largo andar del humor sobre la nostalgia. A esto se suma un novedoso registro musical que tiene a Diego Uma y Martín Bosa al frente (todos lloramos como el personaje Ramón al escuchar “Atleta del amor”. Bueno, no, pero es buenísima). 

Está genial que en esta época de producciones enlatadas exista Porno y Helado. Que se ría de todo. Sobre todo de ellos mismos.

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