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La pintura que David Hockney trabajó 18 horas por día y se convirtió en un ícono del arte

La pintura que David Hockney trabajó 18 horas por día y se convirtió en un ícono del arte

Por Daniel Mecca (@danielmecca)

Tienen que ver BoJack Horseman, una de las series de dibujos más sofisticada de los últimos tiempos. Retrata la vida de BoJack, un arrogante caballo antropomorfo que fue una estrella de Hollywood en los noventa. Sin embargo, en el tiempo presente de la narración -agotado su tiempo de celebridad- debate su existencia en medio de whiskys, drogas, rehabs, un lento humor negro y el flashback de una crianza familiar terrible. Nunca mejor dicho el verso del escritor argentino Fabián Casas: todo lo que se pudre forma una familia.

La historia de BoJack viene a cuento porque en el despacho de su mansión vemos una pintura que lo retrata a él, parado al borde de una pileta, mirándose a sí mismo, quiero decir a otro él, nadando en el agua. Es una recreación paródica de una pintura del británico David Hockney (1937): se llama “Retrato de un artista (Piscina con dos figuras)”, es de 1972 y se vendió en 2018 por 90.3 millones de dólares en una subasta en Nueva York. Lo consagró ese año como el artista vivo más caro del mundo (lo superó Jeff Koons , al año siguiente, con la obra Rabbit (1986), vendida en 91 millones de dólares). 

“Retrato de un artista…” es la obra más icónica del artista de Yorkshire donde aparece su temática recurrente, la piscina, acompañada por lo que no se ve: el ambiente de Los Ángeles, el culto al cuerpo, la soleadas luces, la narrativa gay. Es, en rigor, la historia de dos versiones: la primera, de 1971, comenzó con la yuxtaposición casual de dos fotografías en el piso del estudio del artista: una figura distorsionada que nadaba bajo el agua y, la otra imagen, un niño que miraba algo en el suelo. Hockney vio eso y comenzó la pintura de inmediato. Pero la destruyó.

En abril de 1972 la reelaboró. Tal como informó la casa de subastas Christie’s, Hockney viajó a las afueras de Saint-Tropez, realizó cientos de fotografías con un asistente y un amigo en un ambiente idílico de una piscina. Regresó a su estudio en Londres donde puso las fotografías junto a la pileta y trabajó con retratos de su antiguo amante, Peter Schlesinger, posando con la chaqueta rosa. Hockney, para terminarla, estuvo 18 horas por día durante dos semanas seguidas.

Esta pintura de Hockney –que, en sus soleados colores, está invadida de soledad– había tenido dos antecedentes directos. Estos también estuvieron marcados por la piscina, la nostálgica quietud del agua que avanza, el detenimiento de los colores. La primera, su obra Peter getting out of Nick’s pool (1966) y, luego otra, también clásica: A bigger splash (1967).

“Cuando estoy pintando me siento como si tuviera 30 años, como Picasso”, dirá Hockney en 2016. La alusión al pintor malagueño es clave para entender su obra: la creación de imágenes múltiples de Hockney dialoga con el cubismo de Pablo Picasso. Es el caso de la obra Mi madre, Bradford, Yorkshire, 4 de mayo de 1982 un mosaico de fotografías de la madre de Hockney cuya secuencia compone un todo en movimiento. Como el cubismo.

En la parodia de Retrato de un artista… que se hace en BoJack, el caballo (cuya voz, en la serie, la hace el gran Will Arnett) se mira a sí mismo nadando. Juega con el mito de narciso y el espejo del agua y, a la vez, pone en primer plano la nostalgia, el dolor de haber sido y de ya no ser, las preguntas que no van a ningún lado.

Hockney, ese melancólico erotismo en movimiento.

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