La imaginación se paga: reflexiones sobre la creación, la cultura y el trabajo
Por Daniel Mecca (@danielmecca)
“Gracias por todo lo que hacés por el arte y la cultura”. La frase, en sus distintas tonalidades, es frecuente. Lo que intenta ser un elogio -y quien lo verbaliza pretende genuinamente hacer un elogio y un cariño- suele esconder una problemática: que lo que se hace por el arte es un acto de amor y no un trabajo. Por lo tanto, bajo este razonamiento, la tarea artística (cultural) quedaría por fuera de la condición de acto remunerado y, en segundo lugar, pone en oposición la idea de amor y de trabajo, como si no pudieran vibrar en el mismo acto esas dos corrientes, esa electricidad.
Es agotador tener que multiplicar las acciones culturales -tener que empujar constantemente la imaginación- para generar un salario digno. Una remera que diga: Imaginar es un trabajo. Porque no se trata solamente de pensar una acción, sino de formarse constantemente para que ese pensamiento, esa acción, pueda ocurrir. Nada ocurre porque sí. La imaginación se entrena para que ocurra. Y entrenar, como en cualquier deporte, cuesta. Y vale.
Naturalmente este no es un problema de individuos -está lleno de gente que sí y gente que no- , sino de una matriz cultural y política. No se trata de evaluar si alguien es más o menos generoso con tu trabajo porque sería enfocar definitivamente mal el problema: la creación de cultura no reclama solidaridad ni lástima, sino conciencia y determinación. Conciencia para determinar para qué sirve la cultura en una sociedad. Determinación para hacer algo con aquello que se comprende. Como decía Alberto Girri: Antes hacía, ahora comprendo. Como decía el Diego: Lástima a nadie.
En una encuesta que lancé hace poco sobre las condiciones laborales de escritores y escritoras, se acentúa la tendencia de que más del 90% de los escritores gana menos de 500 mil pesos por mes y, una gran mayoría de estos, siguen en esa misma categoría a pesar de sumar otros trabajos ligados al oficio. Las razones de esta debacle son múltiples y exceden este posteo (desde los porcentajes leoninos para el autor a la pobreza general del país), pero es indispensable apuntar contra los Estados que son quienes deben garantizar que la creación pueda ocurrir, independiente de los gobiernos de turno.
No escribo esto para pedir nada -ya saben qué cosas produzco- sino para intentar decir que acompañen conscientemente y en términos prácticos a quienes son creadores de cultura, arte, literatura, poesía, teatro, cine, lo que quieran. Sería un comienzo. En serio. Estén atentos a su alrededor cultural. Sin perder el vértice del reclamo hacia los poderes, por algún lado se tiene que empezar a salir del laberinto de Creta y, sabemos, no será de la mano de Minos ni de Teseo. El hilo de Ariadna se teje en lo colectivo.
Aunque “no se vea”, el arte y la cultura flotan como aire y crean futuro. No deberían existir las expresiones “Apoyá el arte”, “Dejá tu aporte”, “Ayudanos a seguir creciendo”, etc, formulaciones a la defensiva, como si se estuviera en falta, como pidiendo permiso. El paradigma debiera ser por la positiva: si hay cultura hay futuro. Punto.
Como decía Laiseca: “Sin imaginación no hay física teórica, tampoco química ni descubrimientos en la medicina ni hablar del arte en cualquiera de sus ramas”. Cerró: “¿Para qué sirve el arte? Famosa pregunta pelotudísima. Sirve para que funcione todo lo otro, sencillamente”.
- Autor/es:
- Daniel Mecca