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Fabián Polosecki, el perseguidor de la primavera negra

Fabián Polosecki, el perseguidor de la primavera negra

Por Daniel Mecca (@danielmecca)

En pleno menemismo, mientras la televisión de masas se burlaba de la gente, el periodista Fabián Polosecki sacaba las luces de las cámaras posadas sobre las estrellas y famosos y las ponía en las voces secretas, anónimas, sórdidas de la ciudad. Treinta años después, recordándolo en este Día del Periodista, sus programas son un fenómeno de culto, resignificados, como una escuela de todas las cosas en el periodismo.

Entre 1993 y 1995, Polo irrumpiría con los programas El otro lado y El Visitante, novedosas narraciones televisivas. Orbitaba en ellos una estética de novela negra americana, una impronta de historieta (leía, cuando era pibe, a Hugo Pratt, a Héctor Oesterheld). Polo, con su campera negra de cuero, pucho en mano, indagaba en lo más íntimo de personajes anónimos: videntes, espiritistas, trabajadores de mataderos, chorros, canas, prostitutas, jugadores compulsivos, motoqueros, buscadores de oro en las cloacas de Buenos Aires. A lo Roberto Arlt.

Fue un perseguidor de historias. Su mamá contó que de chico Fabián era amigo del vecino de al lado, del gallego, del ruso, de las gitanas de la vuelta, del almacenero. Dijo Polo: “Estamos todos en el mismo lado, sólo damos vuelta la cara”. Y también: “Hay que sacar las cámaras afuera porque hay otro mundo, hay gente que tiene otras historias”.

Polo tuvo que ir a cuatro colegios secundarios por las amonestaciones. Fue expulsado de un colegio industrial y pasó por un colegio nocturno, donde comenzó a conocer los personajes, las historias, de las sombras. Con los años él mismo sería parte la bohemia de los cafetines de la calle Corrientes.

Fabián Polosecki había nacido el 31 de julio de 1964. En los años treinta, su abuelo Marcos llegó de Polonia a Buenos Aires, con sus hijos, ante una Varsovia acechada por la persecución, el antisemitismo, la muerte nazi. Marcos fue obrero gráfico, camino que luego la abriría a la familia Polosecki una importante encuadernadora editorial en el barrio de La Paternal.

Josué, padre de Fabián, trabajaba en ese taller y tenía una militancia en el Partido Comunista. Aída, madre de Polo, a los 10 años ya juntaba fondos para las víctimas de la guerra en Stalingrado con la Junta Juvenil por la Libertad. Claudio, hermano mayor de Polo, también militaba entonces en el PC. El propio Fabián Polosecki llegó a ser un importante dirigente de la Federación Juvenil Comunista (Fede) y un referente estudiantil. Durante la dictadura, un primo suyo, de 16 años, fue secuestrado y asesinado.

Polo abandonaría la militancia en el Partido Comunista. Llegó a ser uno de los trabajadores del diario Sur —había entrado a trabajar en 1989 en esa redacción fundada por el PC— que marcharía fines de diciembre de 1991 hasta las oficinal del Comité Central del PC en repudio por los despidos masivos.

El otro lado —resultado, detrás de escena, de un enorme trabajo de producción, con investigadores periodísticos que rastreaban personajes— recibió dos premios Martín Fierro. “Yo no creo que haya un otro lado. Hay miles de otros lados, en todo caso. Si se quiere, es el otro lado de… es lo que no aparece, lo que no se quiere ver: que estamos en el mismo lugar, que pensamos muchas veces lo mismo. La sociedad tiene un discurso aparente que intenta dividirnos. Pero es este lado, es el vecino. No hay ningún otro lado”, dijo Polo en una entrevista en 1994, al reflexionar sobre el nombre del programa. Él, en realidad, tenía como idea original “El lado oscuro” o también “Tinta negra”. El nombre que finalmente salió fue idea del entoncer interventor de ATC, Sofovich (“una discusión perdida con el canal”, diría Polo).

Fabián Polosecki, Polo, se quitó la vida el martes 3 de diciembre de 1996. Tenía 32 años. Dejó un modo de preguntar, de mirar y, sobre todo, de escuchar, un trabajo sublime sobre los silencios en el reportaje. Fue un perseguidor de historias. Desde la curiosidad, el asombro, miró hacia los márgenes. Porque, como dijo el escritor Henry Miller, en la introducción a su libro Primavera Negra: lo que no está en plena calle es falso, inventado, es decir literatura.

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