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El libro de memorias de papá

El libro de memorias de papá

Por Daniel Mecca (@danielmecca)

Hace años que tengo tu libro de memorias para corregir, papá. Lo empiezo, lo sigo, lo dejo. “Dale, escribilo que te lo corrijo”, te había propuesto en un café de Avenida de Mayo y Perú. Pero hace años está en un sobre blanco sobre mi escritorio, con tachaduras de lapiceras de colores, con algunas hojas señaladas, con el borde doblado de arriba a la derecha.

Cuando por fin puedo ponerme a corregir el libro —tu historia de más de sesenta años en Seguros— “encuentro” otras cosas que hacer: reseñar esa novela que salió, organizar un festival, dar clases, escribir mis propios libros. Hace años que tengo que tu libro para corregir y tampoco se lo quise dar a nadie para que lo haga. Lo quiero hacer yo, que nadie más toque esas oraciones, esas comas mal puestas.

Me acuerdo cuando era chico que me levantaba a la mañana para ir al colegio y estabas leyendo el diario, escuchando las noticias en la radio y viendo el noticiero en la tele. Las tres cosas a la vez. La cocina de casa fue mi primera redacción.

Aún hoy, ansioso, te abalanzás cuando voy de visita para que lea alguna nota. Mirá, me decís, tenés que leer esa columna, ese artículo, mirá, mirá. No importa que estemos en medio del almuerzo, de lo que sea: dejás todo, te parás y vas a buscar el recorte del diario. O tu interminable lista de fotos y notas sobre Borges que me mandás a WhatsApp a toda hora. Qué personaje.

Todo tiene que ser ahora, papá, menos tu libro de memorias que tengo hace años para corregir. Debe ser porque te veo seguir escribiendo, con pulso adolescente, como esos relatos de ciencia ficción que empezás, me das para leer y te olvidás. Un optimista de la escritura. Es que escribir, finalmente, es ir contra el punto final. Escribamos.

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