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El encuentro casual en el vagón de un tren que marcó la leyenda de los Rolling Stones

El encuentro casual en el vagón de un tren que marcó la leyenda de los Rolling Stones

Por Daniel Mecca (@danielmecca)

Atención, se está por producir un encuentro que cambiará la historia del rock & roll. Estamos en 1961 en la estación de tren de Dartford, Inglaterra. Keith Richards espera con un disco de Chuck Berry en la mano cuando se le acerca otro joven que tiene bajo el brazo “Rockin’n at the Hops” de Chuck Berry y “The Best Muddy Waters”. El otro tipo es Mick Jagger.

En realidad Richards ya se lo había encontrado el verano anterior, cuando Jagger trabajaba vendiendo helados frente a la intendencia de Dartford. Keith debía tener unos 15 años y fue justo antes de que dejara (bueno, lo expulsaron) el colegio.

“¿De dónde mierda sacaste todos esos discos?”. Los discos, decía Keith, eran un tesoro y él sólo podía comprarse dos o tres simples cada seis meses. Se pusieron a hablar en el tren. A Richards casi se le pasa la estación de Sidcup porque todavía estaba anotando los números de referencia del disco que tenía Jagger: Chess Records CHD- 92594.

Keith dirá: me pegué a él como una garrapata: “¡Porque tenía de todo! Yo estaba fuera de órbita en esa época. Él pertenecía al circuito de Londres. Estudiaba en la London School of Economics. Yo no tenía dinero”.

Empezaron a ensayar. Mick cantaba. Richards tocaba. Diseccionaban canciones. Los movía el misterio de cómo se hacía. (En un tiempo llegará a esta historia el gran Brian Jones). Todo era diez veces mejor, decía Keith, que ir a la escuela.

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