Apuntes para no hacer ningún balance de fin de año
Por Daniel Mecca (@danielmecca)
Dice Silvio Astier, al comienzo de la novela el Juguete Rabioso de Roberto Arlt: “Entonces yo soñaba con ser bandido y estrangular corregidores libidinosos; enderezaría entuertos, protegería a las ciudad y me amarían singulares doncellas”. Astier leía la literatura de bandoleros y soñaba con potros estupendamente enjaezados.
Se lee en el primer capítulo del Quijote: “Rematado ya su juicio, vino a dar en el más estraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo, y fue (…) hacerse caballero andante y irse por todo el mundo con sus armas y caballo a buscar las aventuras (…) deshaciendo todo género de agravio y poniéndose en ocasiones y peligros donde, acabándolos, cobrase eterno nombre y fama”.
Astier danza andante como Alonso Quijano en su manera de soñar literatura o, mejor dicho, en la manera en que la literatura los sueña a ellos, los crea, en la que los libros los convierte en los más extraños pensamientos que jamás dio loco en el mundo.
Como escribió el poeta León Felipe: “Se murió aquel manchego, aquel estrafalario fantasma del desierto. Todo el mundo está cuerdo, terrible, horriblemente cuerdo”.
Porque es la literatura la que actúa como la piel de ellos, la que les despierta la aventura, la que los deambula por la geografía de la imaginación, esa cuerda tierra manchega.
Sí, lo sé, podríamos balancear este 2024 y labrar dulces deseos para el año que viene, pero sería todo verso algorítmico: no tenemos la más puta idea de cómo será nuestro 2025 en este terriblemente mundo, terriblemente país, fiero y hermoso. El presente se escribe con presente. Ahora vamos. Después vemos.
Sin embargo sí sabemos algo: si viene con literatura, si viene con molinos de viento, si viene con galopes de imaginación (porque la imaginación es un potro indómito y estupendo), a algún lugar vamos a llegar.
Brindo con ustedes por ese lugar, de cuyo nombre algún día nos vamos a acordar.