Descripción.

Es cosa bien sabida que en este nuevo brave new world no solo casi nada se presenta ya como algo puro y neto sino que aquello que logra persistir en su ser se encuentra casi siempre al borde del estallido, a un salto nada más de convertirse en puro resto; no es extraño a veces tener la impresión de estar viviendo dentro de un gran haiku (eso sí, lleno de voces superpuestas que nada dicen).

Ariadna Asturzzi se detiene entonces sobre esos pequeños mundos que parecen ser burbujas de un champán tan íntimo como ajeno. Lo efímero, disruptivo, lo evanescente, es asediado por una mirada que es puro picotazo.

Entonces asistimos a la renovación de lo que se ha rescatado –lo turbio aparece tan prístino- y toda nimiedad termina por alcanzar el peso de mil anclas. Con la soledad (que a veces confundimos con el miedo que nos provoca) pisándonos siempre los talones o puesta delante, como advertencia para que los pequeños barcos no sean arrastrados por mareas que ni Ulises enfrentaba. Certera y letal, al pasar revista, esa mirada rapaz recuerda la de los ángeles que imaginó Wim Wenders en el cielo sobre Berlín. Solo una mirada así puede darse cuenta de que la lentitud de la tarde ya no existe. Y salir a buscarla, claro.

Luis Sagasti

 

Un poema

Mundito

Afuera llueve
las luces del número
con las gotas forman destellos
que te hacen creer que estás mareado
o tenés fiebre.
Un mundito de radio fm constante
luces de boliche bonsai
sueño motorizado de voyeur de tiro corto.
Un aire compartido involuntario
y la promesa de que sea pasajero.
El gusto es nuestro
y dobla en Alsina.